miércoles, 3 de julio de 2013

Dictátor (3)

En esa tarde mágica era apreciable un aire de ilusión infantil que se arremolinaba alrededor de un niño muy pequeño y delicado, pero del cual emanaba una fuerza y energía considerables.
Nada mas abrir sus ojos, bostezó abiertamente y se levantó de su cama de forma impetuosa. Se dirigió rápidamente a la pared y pulsó el botón que él bien conocía. En un instante su habitación se iluminó, mostrando los grandes ojos azules del niño, los cuales se cerraron y abrieron hasta acostumbrarse a la nueva potente luz. Su habitación era espaciosa y estaba decorada con diversos motivos exóticos que tanto le gustaban. Estos consistían en diferentes y numerosos signos, cuya procedencia no le inquietaba en absoluto, sino que no hacía más que rodearlo en un mundo mágico y desconocido. El niño se refugiaba en su imaginación, en las historias que el doctor Hwayt le contaba, que no hacían más que avivar su potencial de evasión. Ésta era su única garantía contra el aburrimiento que le producía el andar siempre por las mismas habitaciones de su residencia, imaginar que él estaba en otro lugar completamente diferente, donde podría saltar, volar y ser libre de ir adonde quisiera. Sin puertas, sin charlas aburridas, sin tantas horas en soledad...
Pero, sin duda, lo que más echaba de menos era la presencia de su padre. Éste solo aparecía en contadas ocasiones, las cuales se convertían en momentos preciados para el niño. Su tierno corazón necesitaba el amor de su padre.
Su ansia de conocer y la falta de cariño de su padre constituían pinchazos en su interior, produciendo un agudo dolor, solamente aliviado temporalmente por la pomada de la imaginación.
El niño se dirigió a la puerta y la abrió gracias a otro botón. Corriendo, atravesó el pasillo y fue abriendo las puertas que encontraba, chocándose inevitablemente con un cuerpo duro y provocando la caída al suelo del chico.
-Pequeño Bleyk, no deberías ir corriendo así, ¡podrías hacerte daño, como ahora mismo!- El hombre con el que Bleyk impactó le reprendió dulcemente.
-Doctor Hwayt, ¿no habrá olvidado mi cumple, no?- Bleyk sonrió abiertamente mostrando sus pequeños dientes.
-¡Claro que no!. Hoy cumples 8 años, pequeño- El doctor Hwayt emitió una sonrisa paternal, abrazando afectivamente al chico.
-¿Vendrá papá?- El rostro de Bleyk se iluminó notablemente, a la vez que su alegría aumentaba.
El semblante del doctor Hwayt adquirió un tono serio y a la vez triste.
-Me temo que tu padre se encuentra ocupado con un asunto de la máxima importancia- Los ojos del doctor se mostraban melancólicos- Pero él personalmente me dijo que te felicitara, y que le perdonaras.
Al principio la alegría que había profesado Bleyk se tornó en la mayor de las tristezas, pero al escuchar que su padre se había acordado de su cumpleaños, su tristeza disminuyó, y en su interior le perdonó la ausencia.
-¿Qué hará usted hoy, doctor Hwayt?-el chico le inquirió con sus recién aprendidos modales
-Lo siento mucho, Bleyk, pero yo también he de ausentarme pronto. No obstante, tengo un regalo para ti.
Bleyk sintió una creciente ilusión dentro de él, queriendo erupcionar como un gran volcán. Hwayt le ofreció una cajita, la cual fue inmediatamente abierta por el niño, para encontrar un brillante medallón verde, con un curioso y hermoso grabado en forma de triángulo.
-Espero que lo guardes durante mucho tiempo, cuídalo con todo el esmero que puedas- El doctor sonrió por última vez- Ahora tengo que irme, pequeño Bleyk, te veré mañana a primera hora para nuestra clase, y, de nuevo, ¡feliz cumpleaños!.
El pequeño niño se quedó solo. La soledad volvió a ser su compañera de juegos, como acostumbraba a ser. Su imaginación volvió a divertirle, y ahora tenía un nuevo objeto con el que proceder a ejercer su facultad evasiva. El tacto del medallón era frío, pero suave, agradable a las manos del niño.
Dirigió su mirada a la puerta por la que el doctor se había ido, y sintió curiosidad por saber qué se escondía detrás de ella. Inmediatamente se percató de que la puerta no estaba cerrada del todo, así que pudo colarse al interior.
Un pasillo del mismo color metálico conducía a otra puerta, pero esta era rígida, el niño no fue capaz de abrirla. Con decepción volvió sobre sus pasos, encontrándose con un pequeño panel rectangular de tamaño mediano. Su tacto era áspero, pero estaba tan descuidado que cedió al golpe de Bleyk. Al caer el panel, el ruido de un objeto cayendo por el túnel metálico le sorprendió, dándose cuenta de que era el medallón lo que caía. Su desesperación creció a medida que se adentraba en el túnel, ya que la oscuridad lo absorbió todo a su paso. Tocó algo que creyó ser el medallón, pero un ruido sordo le confirmó que no lo era, la superficie pasó a ser resbaladiza e inclinada y en un segundo el terror se apoderó de él, ya que no pudo evitar deslizarse a una velocidad vertiginosa hacia abajo. Cerró los ojos en el momento preciso, cuando notó cómo se suspendía en el vacío, cuando ya no distinguía la realidad del sueño, cuando en su estómago notó la inyección de adrenalina.
Cuando abrió los ojos de nuevo, ya no había oscuridad, sino que comenzó a distinguir luces, pero sobre todo ruidos ensordecedores que inundaban el lugar y machacaban los sentidos.
A su alrededor estaban bolsas y objetos rotos, cuyo olor no era de los más agradables, pensó el chico.
Tras recobrar ligeramente los sentidos, intentó moverse, pero sus miembros no respondieron a la orden. Sus brazos se movieron con dificultad, todo su cuerpo dolía, pero era su pierna derecha la que tenía más problemas a la hora de realizar su labor.
Consiguió levantarse de su posición fetal y caminar hacia el gran ruido, al concentrar su mirada al frente observó una serie de objetos flotantes que se movían a una velocidad considerable sobre un tipo de suelo que parecía diferente a las baldosas rotas que cubrían el lugar por donde pisaba. Detuvo su avance debido al dolor que sentía en la pierna, haciéndole incluso tocar de nuevo las baldosas con la mano. Vio personas pasar de largo, pero no pudo fijarse en los detalles, el inmenso dolor acaparaba toda su atención.
Fue entonces cuando escuchó una voz femenina.
-¿Necesitas ayuda, niño?¡Estás sangrando!-contrariamente a lo esperado, la mujer no alteró su tono de voz en ningún momento. -Voy a llevarte a un lugar donde estés bien- Cogió a Bleyk en brazos, lo cual no fue difícil.
La mujer se había fijado en las ropas de Bleyk nada más verlo, se había dado cuenta de que no eran ropas de pobre, pensó que si lo cuidaba debidamente, recibiría una gran recompensa de su familia, algo que necesitaba urgentemente para sobrevivir.
Desde ese momento la percepción temporal de Bleyk se distorsionó. Pasaron minutos, ¿o eran horas?...cuando recobró el sentido estaba ya tumbado horizontalmente y notaba cómo la mujer le curaba las heridas. Abrió los ojos para captar una imagen que se le grabaría a fuego. El techo de la habitación estaba hecho de varios metales, todos arrugados de una forma cruel, como si un algo los hubiera estrangulado. También abundaban los agujeros, pero fue la visión del metal del techo lo que le impactó más.
Cuando la mujer terminó de curarle las heridas, le dio un beso en la frente. Bleyk murmuró inconscientemente la palabra mamá, hecho ante el cual la mujer se sobresaltó. Debía referirse a su madre, no a ella, una simple desconocida, seguro que este chico había crecido en una buena familia, pensó. No obstante, la recompensa comenzaba a importarle menos cada vez que veía la cara del niño. Sea lo que sea lo que le haya pasado, este niño no se merece nada malo.
Bleyk se sumergió en un sueño pesado que parecía infinito, pero fue interrumpido. Un grito desgarrador de mujer estropearía su sueño para siempre.



domingo, 19 de mayo de 2013

Santa Ana (III)



Querida Santa Ana, que entre escarchas y diferencias aniquila un futuro incierto: 

En grietas de cartón escribo con sangre las memorias que mi alma, retorcida y nauseabunda, empezaría a redactar en las oscuridades de Londres. 

Es cierto que no todo es fácil en los tiempos que corren. Posiblemente, nunca lo haya sido, independientemente del año que apareciera el día uno en miles de pancartas y corazones de neón. Sin embargo, las mentes soñadoras, los bohemios artistas de gorra caliente bajo un edredón recién planchado, en sus mejores años de fugaz juventud, deciden cerrar los ojos al mirar al cielo. ¿Para qué? Saben que las nubes se fugaron hace milenios, y que las estrellas han ido muriendo y cayéndose al mar con el paso de los humos. Los pájaros ya no pían, sino que sus picos se desprenden de sus cabezas, tallando heridas en los ahora grises árboles. Las hojas se suicidan lentamente en el paso entre estaciones. El azul se tornó negro, devorando el resto del arcoíris. Y las aguas del mar nunca más serán cristalinas, y las profundidades seguirán por el resto de los tiempos inalcanzables.

Y, sabiéndolo, cierran los ojos antes de alzar la cabeza. ¿Tanto temen la realidad presente que intentan… desplazarla en el tiempo? 

Es absurdo. Está claro que la absoluta comodidad no es eterna, y que ésta no simboliza, ni mucho menos, un estado de felicidad realmente trascendente. Se vuelve su más absoluta prisión, durante años; un riguroso e inconsciente control lidera de un lado a otro sus vidas, sus pensamientos, sus ideales e ideas. Tienen una visión demasiado concreta, exacta, restringente de toda realidad que se pueda presentar ante sus ojos. Al negarse la vista, sólo pueden tocarla y sonreír. Pensando que es su visión, que es su vida. Que las cosas irán bien. Que todo cambiará, y que ellos, por ser ellos, verán las cosas de otra manera. 
Que, de alguna forma, son distintos al resto.

Pero realmente son más iguales entre sí de lo que alguna vez admitirían, en sus probablemente cortas vidas adornadas de gotas de alcohol. Porque, Santa Ana, te juro por cada gota de sangre tatuada en este fino y agonizante cartón, en este lúgubre callejón londinense lleno de niebla y gritos, adornado por las gritonas y celestiales voces de las niñas escondidas bajo las baldosas… que toda esa panda de críos no es más que el oscuro reflejo de la misma. 

Cada uno de ellos no es otra cosa que el espejo de cada otro. Tienen exactamente las mismas ideas, los mismos sueños, los mismos ideales, los mismos valores… y el mismo sentimiento de originalidad y diferencia entre sí. Se miran y se ríen los unos de los otros, sin darse cuenta de las burlas que se están haciendo a sus identidades. No se dan cuenta de que son muñecos en un estante, con el plástico teñido de negro. No pueden mirar afuera, y cierran los ojos. No pueden mirarse entre sí, y ríen. Se tratan como objetos, se dan un valor, dependiendo de sus “capacidades”, “cualidades”, como queramos llamarlo… y efectúan trueques, intercambios, con el resto de los juguetes, usándose como moneda. A ellos mismos. Su cerebro, su físico. Un todo en un nada. Una cara copia de unos ideales baratos. 

Y así van, despreciándose entre ellos; despreciando su propia esencia, su reflejo. Y miran hacia dentro con los huecos ojos con los que miran a ese muerto cielo, imaginándose una estela de colores y estrellas saltando. Aferrándose a las cadenas de esa demente comodidad. A sus ideas, a sus sueños, a sus talentos.
Aferrándose al resto, de una u otra manera.

Y mi cabeza da vueltas, y la sangre se congela por los vientos del norte. Mi mano está pálida, fría, marcada. Su pulso tiembla, y el cartón fenece ante la humedad.

Quizá le dé demasiadas vueltas. Quizá el alcohol me afecte. Quizá la acera no sea tan cálida como yo recordaba. 

jueves, 25 de abril de 2013

El Señor de la Marea (2)

Una hermosa joven caminaba por la playa con sus delicados pies de porcelana descalzos, recolectando conchas que una vez pertenecieron a los pequeños habitantes del mar. Las olas rompían suavemente sobre sus delgadas piernas impregnándolas de sal y arena, además de mojando su sencilla túnica de color crema. Esta cubría un cuerpo bello y esbelto, unos brazos gráciles como garzas y un cuello de cisne. Sin embargo, lo más destacado de su aspecto era su rostro aniñado y dulce, tan puro y libre de mácula que encandilaba a cualquiera que se acercase a ella. La muchacha cantaba con una voz de belleza ultraterrena mientras bordeaba el arenal; su canto hablaba de lugares recónditos que jamás se habían visitado, de dioses oceánicos que quizá jamás hubieran existido... De todo aquello cuyos ojos, pletóricos de inocencia, jamás habían visto pero que anhelaba conocer algún día.


De pronto, la muchacha cayó de bruces sobre la arena. No había visto un extraño bulto en la orilla y sus pequeños pies habían tropezado con aquél; enseguida sintió el tacto de la arena en su boca y el agua del mar en su cuerpo. Se levantó de un respingo y comprobó qué era lo que había provocado aquel pequeño incidente. Parecía un enorme montón de algas arrastrado a la orilla por la marea, pero pronto descubrió que aquello se movía. Con una leve sacudida, empezó a arrastrarse a la vera del mar mientras resistía con tenacidad los envites de las olas. Poco a poco, las algas empezaron a desprenderse de su misterioso huésped y, lentamente, la joven fue vislumbrando qué era en realidad lo que se ocultaba bajo aquel manto vegetal. Primero vio sus patitas, pequeñas y membranosas, desesperadas por huir de ella; después su cola, llena de escamas y terminada en una única pluma, y por último su cabeza, desproporcionadamente grande y coronada por un par de protuberancias que algún día llegarían a ser majestuosos cuernos. ¡Era un dragón! Sus escamas brillaban a la luz del Sol con los tonos del mar y un atisbo de blanca crin recorría su espalda. A juzgar por su tamaño, pensó la chica, debía ser una cría que se había separado de sus padres. Sentía verdadera lástima por el destino que le esperaba a aquel pequeño si nadie se ocupaba de él... Así que decidió llevárselo a la aldea, donde le dispensaría el cariño que necesitaba mientras trataba de encontrar a sus progenitores.


Sin embargo, tratar de convencer al dragón de que se fuese con ella no fue una tarea sencilla. En primer lugar, porque pesaba mucho más de lo que aparentaba; y segundo, porque el desconfiado cachorro trataba de escurrirse de sus brazos a la mínima, arañándole los brazos con sus pequeñas pero afiladas garras y gruñendo amenazadoramente. La joven consiguió inmovilizarlo a duras penas, y más penosa fue la tarea de llevárselo a casa. Sin embargo, todo esfuerzo tiene su recompensa, y la muchacha y el dragón llegaron por fin a la aldea.

domingo, 21 de abril de 2013

:. Santa Ana (II) .:


Querida Santa Ana, cuya bilis ahogó los recuerdos del muerto y pútrido otoño:
La luz del sol baña el huérfano árbol, y sus hojas ya son adultas. El verano devoró a la primavera, y ni siquiera vimos sus huesos caer de las nubes. Ya no existe el nacimiento de la vida ni los débiles rayos de sol. Las lluvias dieron lugar al polen, al calor asfixiante y a un infierno temprano. Las manadas de inconscientes gritan como animales por las calles asfaltadas con restos de agua y nieve. El invierno llora el asesinato de la primavera, y las bestias se regocijan en la violencia de las flores al copular. Las nubes absorben colores, egoístas, para reflejarlos en la puesta de sol. Los jardines susurran a los niños que mueran entre sus lazos para recuperar una infancia de gritos y pétalos quemados. Los muros reflejan una falsa luz de un sol que sonríe por puro compromiso.
Y a todos les encanta la llegada del calor. Y todos dejan de lado sus obligaciones usando como excusa el cielo que les observa, las hojas que caen agotadas, o la infección del aire.
A todos, menos a mí.
La prudencia ha desaparecido, sí, puedo verlo. Los inconscientes juegan fuera, movidos sólo por el exterior; sin ser capaces de pensar. Siguen con su vida fronemófoba, sin mirar más allá. Dejando que el calor esconda las consecuencias. Dejando aflorar sus instintos. Convirtiéndose en los animales que dejaron de ser cuando tú, Santa Ana, te tiraste a aquel pozo de té en mediados de Agosto, cuando el odio era tangible, cuando el odio temía el futuro, recordando un presente autófobo que asesinó a un tiempo ya vivido. 
Las flores no hacen más que parir miedos; pero nadie es capaz de verlo, tan ciegos con sus plantas y sus soles, con el sexo y las drogas, como excusas de juventud. Engaños propios a los que llaman amores, y los clasifican como mejor les conviene, dentro de su propia ignorancia. 
Cuando no tienen ni idea de a qué se refieren. 
No saben que amar es mantener el dolor cerca. Tomar cianuro como si de licor se tratara. Ser valiente a la hora de esconderse. Enfurecerse por la calma tras la tormenta, y calmarse en el propio infierno tras notar quemaduras en la piel. Ser leal a una traición. Tocar la lira en el fuego de la tierra. Apagar agua con brasas, soñando recuerdos. Coserse piel sana para que no huya herida. Encarcelarse en voluntad propia, andando en soledad entre cadáveres. Ser caótico con la más absoluta seguridad. Descansar despierto, despertarse muerto y vivir dormido. El homicidio de la autosuficiencia. 
El peor castigo es una bendición, y el mejor regalo es una muerte lenta de la voluntad.
Y las notas musicales desgarran cada músculo. Típico. 
Mi amada Santa Ana, hiciste bien en no exponerte nunca a una vida de dependencia. 

domingo, 14 de abril de 2013

:. Santa Ana .:


Querida Santa Ana, que en paz descanse y a quien tierra trague:
Las luces de mi ventana no han hecho más que marchitar las hojas de la noche con sus cálidos y violentos tonos. El aire nunca hizo más que posponer la llegada de la luna. Ese árbol, el que siempre está mirando hacia mi habitación, el que siempre atrae a los gatos a los balcones y a las palomas a las persianas, no ha parado de llorar desde que volví. Se caen sus hojas en mitad de la primavera, disculpándose por no ser flores. Disculpándose por ser como debían ser desde el inicio. Sintiendo pena por un cambio que arreglan con su irremediable suicidio. 
Y yo, lejos de intentar hablar con el árbol, sólo puedo mirarlo y pensar. La farola que le acompaña no deja de parpadear, negándose a ver la caída de las hojas. Negándose a darles esa luz que, según ellas, no merecen.
Y en lo más profundo de mi garganta noto un llanto prisionero cada vez que esas hojas se mueven. Cada vez que la luz parpadea. Cada vez que debo apartarme el pelo de la frente y dejarlo tras mi oreja.
Mis manos tiemblan mientras mis uñas se arrancan el esmalte a tiras, intentando arrancarse a sí mismas y a la carne que protegen. Mis dientes aprisionan mi labio inferior tratando de perforarlo y devorar su jugo. Y mis ojos… ¿qué más habrá que decir? Se fijan en las hojas e intentan caer con ellas, pero sólo las pestañas que tan fielmente tratan de cuidarlos cada noche de luna nueva siguen el lúgubre camino. 
Ellos se cierran, temerosos de la muerte. Y mis suspiros chocan contra el suelo, mientras las lágrimas se niegan a salir para avanzar por dentro, hasta la garganta. Y se refugian en el llanto, para nunca ver la luz asesina.
Y yo me pregunto, querida Santa Ana, cuyos días acabaron en las lluviosas tardes de Junio, adornadas por la humedad y el frío, adornadas por retazos y trizas de una fría conversación que mudó a nortes mejores… ¿es eso lo que a mí me espera?
¿Seré una presencia a observar, un suicidio a soportar? ¿Una presencia triste, deprimida, desesperada con una gélida calma que nunca querrá marcharse?
¿No será mi recuerdo más que un fragmento de una vida? ¿Una vida encerrada incapaz de encontrar un sosiego en los rincones de su celda?
Estoy vacío. De fe. De voluntad. De sueños.
Siento que los reflejos de los cristales no hacen más que engañarme, más que intentar hacerme creer en puras emociones sin base ni fundamento. Una sensación de espera inacabable por puro respeto, un silencio a lo largo del pasillo del casillo en el que habito, las burlonas sombras que sin hacer un solo ruido van y vienen, nacen y mueren… ¿por qué pretendo creer más allá de ello? ¿Qué más colores me podría deparar esta existencia, en los que apenas tengo fuerzas para hablar? ¿Para qué sirve hacer nada de lo que tengo planeado, de lo que alguna vez soñé, de lo que alguna vez yo mismo aconsejé a cualquier ser ajeno a mi circunstancia? 
Quizá la vida no sea lo que espero. Quizá no fuera lo que esperaran las hojas de ese árbol vigía, ni de esa luz que lucha por apagarse, ni de esa luna que me niega su presencia una noche tras otra. Quizá la vida no sea más que dolor y agonía. 
Y quizá el intentar perdurarla no sea más que una idiotez.



martes, 9 de abril de 2013

Dictátor (2)


La tarde era apacible, ya que la brisa no era capaz de sobrepasar la ventana de la habitación. Pero sí los rayos de luz. Ésta era considerablemente grande, y por la acción de estos, destacaban los colores caoba de los muebles, principalmente estanterías, repletas de libros de diversos tamaños, situados tras un cristal que formaba parte del mueble.
En el medio de la habitación se encontraba bien colocada una mesa fabricada con la misma madera caoba, haciendo juego con lo demás.
Sentado frente a ella, se encontraba un chico, estudiosamente leyendo unos papeles. Alguien entró en la habitación, hecho que hizo al chico levantar la cabeza. Este acto reveló los rasgos de su rostro, extremadamente joven y pueril, contrastando con los del hombre recién entrado, los cuales eran afilados y maduros.
La voz áspera del hombre se dirigió al joven:
-¿Ya has terminado los ejercicios de matemáticas?- el hombre dirigió su mirada expectante al joven.
-Sí, doctor. Al principio me he sentido confuso con los nuevos que me ha entregado, pero aplicando la norma que usted me enseño ayer, los he resuelto todos - el joven devolvió la mirada al doctor, añadiendo una pequeña sonrisa al final.
-Perfecto, Bleyk. Siempre he estado orgulloso de tu capacidad- el joven, Bleyk, miró hacia abajo, en un gesto de auto-satisfacción- Ahora es el momento de la clase de historia. Diría que esta es una de tus asignaturas más importantes, así que presta atención. Como ya te conté anteriormente, nuestra historia comienza en la Guerra de la Liberación, mediante la cual logramos desligarnos del yugo de los Opresores, por ello fue totalmente vital para nuestra constitución como Unidad. 
-Doctor, ¿podría hacerle una pregunta? -el doctor asintió- ¿De dónde venían esos "opresores", y quiénes eran?
-Esa es una muy buena pregunta, la responderé gustoso. Los Opresores provenían de un lugar llamado Erth, o en otras fuentes, Tierra o Terra. Ese mismo lugar fue contaminado y destruido por ellos, con las mismas técnicas con las que nos oprimían, por ello es un nombre maldito, que trae desgracia por donde se escuche. Pero nosotros les hicimos frente, luchamos por nuestra libertad y la conseguimos. Por ello no debemos olvidar nuestro pasado, envuelto en luchas por la justicia universal. Recordando esto hacemos honor a los caídos por nosotros. La vida de la que gozamos ahora, en nuestra Unidad, que como bien sabes, se halla constituida por varias regiones, posee unas características que son esenciales para entender nuestro alrededor.
Pero sobre todo recuerda: Varias regiones, pero solo un Estado. Solo un único poder legítimo, tu mismo padre, El Lord.
De repente, el doctor sintió una vibración en su reloj, y una voz robótica le anunció la hora.
-Creo que me he excedido algo en la lección, así que debo irme de inmediato. Prepara los ejercicios de biología para mañana, Bleyk. Nos vemos.
El doctor de retiró de la habitación, y Bleyk se quedó solo. Su mirada comenzó a inspeccionar los elementos de la habitación como si fuera la primera vez que los hubiera visto.
Los muebles caoba, la gran cantidad de esos libros de papel...Pero lo que más atrajo su atención fue una lámpara, cuyo aspecto era bastante antiguo. Se levantó de la silla y se acercó lo suficiente como para leer "1950.London". Su fascinación aumentó al recordar que todo era una simple plantilla. Ni los muebles eran de madera, ni la lámpara tenía esa inscripción grabada. Palpando encontró el botón adecuado, que hizo aparecer una pequeña consola. Manejando esa consola accedió a un menú, en el que estaba seleccionada la opción "Estudio inglés". Buscando entre las opciones encontró "Naturaleza", y la seleccionó. En cuestión de segundos las habitación cambiaba drásticamente, convirtiéndose los muebles en troncos de fuertes árboles, la mesa en una pequeña meseta de piedra, y la lámpara en una planta fluorescente, parecida a un gran hongo luminoso.
Este proceso, habitual para él, despertó su curiosidad en cierto modo, no por el cambio, sino por la plantilla "Estudio inglés". Muchas veces el doctor había usado esa plantilla, pero nunca le explicó de dónde procedían esos colores y ese estilo tan particulares, y él tampoco se lo había preguntado a sí mismo.
Decidió abandonar la habitación, y se dirigió a la puerta. Esta se abrió con un toque y dejó al descubierto una especie de ascensor metálico y luminoso, en el que se dispuso a entrar.
Una de las paredes era un espejo, en el que se vio reflejado. En lo primero en lo que se fijó fue en sus ojos, azules como el mar, que resplandecían al contacto con la luz del ascensor. Lo siguiente fue su pelo rubio, liso  y brillante, descansando sobre su frente. Su rostro mostraba sus rasgos imberbes e infantiles, a la vez que su mandíbula, casi adulta, enseñaba cómo le quedaban pocos años para abandonar esa edad adolescente.
El ascensor se abrió, mostrando un pasillo con varias puertas. 
Se dirigió a la de la derecha y la abrió, utilizando su mano, la única llave. La puerta lo confirmó como Bleyk Stigwarth, y cedió paso a su habitación.
Ésta se hallaba totalmente vacía, sin muebles ni ventanas. Bleyk se dirigio a una pared y obtuvo una consola, con la cual fue capaz de cambiar la plantilla de su habitación. Seleccionó "Habitación Energética", e inmediatamente surgió una gran mesa de colores vivos, junto a una cama de apariencia cómoda, muy luminosa. Se sentó frente a la mesa, y se dispuso a realizar los ejercicios de biología del doctor. Justamente, en una esquina de la hoja se hallaba la firma del doctor: Doctor Hwayt. 
Siempre le había llamado la atención el hecho de que el doctor se apellidara de una forma parecida a la palabra "wayt", la cual significaba "blanco". Solo una leve aspiración distinguía su apellido de esa palabra.
Sin más dilación, comenzó a realizar los ejercicios. 
Éstos eran más de lo que había pensando, y empleó bastante tiempo en completar la mitad de ellos. En sus ojos se sentía el cansancio de la inteligencia, y sus largas pestañas hacían el amago de plegarse. Con la consola apagó la mayoría de las luces, dejando iluminada solamente la mesa. Así se podrá concentrar en terminar los ejercicios por completo.
Poco a poco, el influjo de Morfeo se fue apoderando de su mente, tentándolo inconscientemente a adentrarse en un mundo nuevo, en el cual terminó por sumergirse, dejando tras de sí sus puertas oníricas cerrándose lentamente, entrando en aquel sueño tan familiar...


sábado, 6 de abril de 2013

La Carolina (Verso)





Una pequeña carolina
pía a lo lejos en la noche.
Mal con enfermizo reproche
deja pasar al muerto sol.
Dime, pequeña ave rizada,
qué se siente al ser un recuerdo;
en qué clase de enfermo acuerdo
ahogaste tus lloros de alcohol.

¿En qué clase de plumas limpias
tus llantos de horchata con muerte,
en los que ahogaste a tu suerte
al echar por tierra tu don?
Dime, pequeña ave rizada,
lo que en tu cabeza rondaba
mientras tu música sonaba
arrancándome el corazón.

La ciudad inunda con ruidos
las calles de lágrimas rotas
que nunca más caerán en gotas
por la pared de tu balcón.
Dime, pequeña ave rizada,
por qué sigues en grises calles,
devorada por los detalles
de tu maldita habitación.

A lo lejos veo una estrella
ignorante de su camino. 
Envuelta en el velo asesino
la noche le impide gritar.
Dime, pequeña ave rizada,
qué otro mundo has conquistado,
o si al final has olvidado
qué hay que decir al amar. 

jueves, 28 de marzo de 2013

Dictátor (1)

El día llegó tan suave como áspero en una mezcolanza antónima de ternura y dureza. Los pasos del gran dictador se aceleraban a medida que realizaba su recorrido a través del túnel humano que su ejército había formado para hacerle paso con el debido respeto que se merecía.
El panorama lo completaba un pesado silencio que sugería respeto, a la vez que miedo. La masa de gente agrupada en la plaza la hacía impenetrable para cualquiera, dando una sensación de congestión absoluta, excepto por ese túnel.
Esa misma masa tenía una apariencia totalmente homogénea, pues no se distinguían los elementos que la componían, ni sus formas, ni sus aspectos, todo parecía del mismo color, el color humano.
Esa congregación de personas recibía silenciosamente a una figura que caminaba con pasos firmes, y cuya apariencia era la única forma individual percibida en ese lugar. Aún así, la  individualidad parecía más poderosa y grande que la congestionada masa que le hacía paso, siendo el único ser que gozaba de libertad de movimiento en la escena. El tiempo se detuvo.
Parecía como si el aire se solidificase y se depositase encima de esa masa homogénea  y la obligase a permanecer totalmente quieta y en un silencio absoluto.
En este mismo aire se percibía un fenómeno extraño, pues se respiraba silencio y se expiraba respeto.
La figura no tardó en alcanzar una plataforma elevada, que lo único que hizo fue ensalzar su individualidad y separarla definitivamente de la visión colectiva del grupo de gente.
Los rayos del sol inundaron su cuerpo, y se pudieron distinguir los detalles de su silueta. Miró al cielo, y esta luz permitió ver sus verdes ojos, que resplandecían bajo el astro rey.
Comenzó a pronunciar palabras en una voz potente y fuerte, que inundó toda la plaza. Palabras sustanciales que llegaron a la gente que se hallaba expectante. Parecía como si las palabras fueran el alimento que da un hombre a un animal amaestrado.
La figura cesó de producir sus elocuentes sonidos, y la masa inmóvil recobró su movimiento como si por acción divina fuese. Los gritos surgidos de la masa significaban la aclamación a las palabras proferidas.
Al mismo tiempo, de la masa surgió una música potente y vigorizante, y los gritos aclamantes se convirtieron en cánticos organizados y perfectos, fundiendo todas las voces en una voz colectiva. Mientras tanto, la figura elevada observaba a la masa cantar.
Terminado el canto, unas pocas palabras fueron de nuevo emitidas y la figura se bajó del palco, tomando contacto una vez más con la masa colectiva, la cual le hizo paso como si fuera la primera vez.
El gran dictador se alejó de la plaza y se sumergió en el mar colectivo humano, sumiéndose todo de nuevo en el mayor de los silencios.


lunes, 18 de marzo de 2013

Maia. (1)

Hola. Me llamo Maia, o.. Bueno, al menos es así como me llamaba la niña que años atrás jugaba conmigo. Mi nombre real es algo más impronunciable... En el fondo el real es ''Maia'', ya que un nombre solo tenía sentido en cuanto fuese pronunciado por sus labios, los de Anna, los de la niña de tirabuzones rojizos y la piel blanca.
Soy una muñeca, bastante hermosa según dicen, nací hace muchos años, el mismo día que la niña que jugaría conmigo durante años. Vivía en una casa enorme con mis compañeras, siempre hermosa e imperecedera... Como Dorian Gray, una de las historias preferidas de Anna. Soy de esas con los ojos verdes, el pelo igual que el de su dueña, minúsculas pequitas pintadas, y delicados vestidos de niña de otra época. Por el día me encaba tomar el té con mi amada hermana pero ahora... Ahora todo aquello ha quedado atrás y cada día que paso en esta oscura casa, deshabitada y sola, mis ojos quedan más cubiertos por el polvo de las estanterías y las horas de espera.
En el fondo ya he perdido la cuenta de los días que hace que no veo a Anna, pues en esta habitación no existen Sol ni Luna que me indiquen el paso del tiempo... La madera cruje y las contraventanas están bien cerradas, mientras que la humedad y el frío estropean mi piel de porcelana desgastada. Antes salía todos los días a jugar con la hierba, a luchar con hadas y dragones, y a enfrentarme a los niños malos con espadas que secuestraban a mi amada, pero de eso, hace ya años y años, y mi vida está tocando a su fin.
Eso siempre que no sea realmente como Dorian Grey, y mi belleza siga intacta siglos después de que llegase la hora de arrugarse y encogerse.
Sé que sucederá algún día, se que seré olvidada del todo muy pronto... Y por ello debo contaros todos los mundos que exploré junto a Anna, la niña de mis ojos. He de hablaros de nuestras amigas, las hadas, de los dragones contra los que luchamos, de las noches sin estrellas en las que leíamos historias de princesas, y de los príncipes encantadores a los que salvábamos siempre de sus malvadas madres.
Pero antes, deberéis entender quién es ella, Anna, mi amada Anna.
La primera que la vi apenas había abierto los ojos, y ella estaba envuelta en una nube de telas blancas, con las mejillas sonrosadas apoyada sobre el pecho de su madre. Yo tampoco tenía los ojos muy abiertos, pues apenas habían terminado de dotarme de ellos unas horas antes. Creció a mi lado, desde un hermoso bebé en la cuna, hasta la nínfula en la que pronto se convirtió... no se os habrá pasado por alto que hablo de ella como ''mi amada'', bien, pues esto es tan fácil de explicar como el hecho de que yo, Maia, estaba y estoy absolutamente enamorada por ella. Lo estuve desde el mismo momento en que tuvo la capacidad de mirar, con esos ojos azul intenso, a una muñeca hasta enamorarla... estaba enamorada de una nínfula antes siquiera de que esta fuese capaz de hablar, me enamoré en el mismo instante en que un brillo de picardía surcó su rostro un instante, casi imperceptible a los ojos humanos pero bien visible para nosotras, las muñecas, dotadas de vida solo gracias a nuestras dueñas.
Anna era el ser más hermoso que jamás haya visto. Se movía con la calidez de una mujer adulta, hablaba con la inocencia de un niño, y miraba con la sabiduría de una anciana. Femenina hasta la última célula de su ser, sabía bien como encandilar a cualquier humano, ya fuese una persona mayor o un niño de su edad, siempre dispuesta a mostrar su mejor sonrisa. Su pelo era del color de la madera oscura barnizada,  dependiendo de la luz era castaño oscuro o se volvía rojizo, como las cerezas de ese tono tan oscuro, esas que son las más dulces de la cesta. Era justo ese, el color de su pelo.
Anna es mi pequeña amada, mi nínfula, mi creadora. Por ella maté monstruos, luché contra gigantes, y domestiqué Dioses del Olimpo. Juntas pasamos miles de aventuras, éramos unas heroínas hermosas y felices, valientes como nadie más había, creando día tras día nuevos mundos y universos en los que batallar guerras y jugarnos la vida.
El problema para los seres como yo es que todos esos mundos son reales, pues nosotras nacimos también de ellos. Aunque nadie lo crea nosotras luchamos de verdad, nos enamoramos de los príncipes que comparten mesita de té con nosotras, y nos dormimos con los cuentos que nuestras dueñas nos leen. Me explico, todos esos peligros yo los superé de manera tan real como tú estás leyendo estas líneas ahora... y por eso quiero contar todas esas aventuras que viví junto a Anna, todas esas batallas ganadas y todos esas bestias domesticadas solo para ella.

El Señor de la Marea (1)

La salada brisa del mar acariciaba la costa. Aquel viento llevaba consigo el murmullo proveniente de un pueblo de pescadores donde sus habitantes convivían con extrañas criaturas cuya existencia no pasaba desapercibida para el gobierno local. A lo largo y ancho de la pequeña población se arrastraban reptiles de cuerpos sinuosos e imponentes cornamentas a los que los aldeanos habían acogido con su hospitalidad desde tiempos remotos, que no sólo ayudaban a los humanos a traer el sustento a sus hogares, sino que también eran depositarios de una vasta sabiduría milenaria con la que iluminaban a todo aquel que quisiera escucharles. De esta manera, aquella aldea marinera poseía un conocimiento sin igual del mundo que les rodeaba, constituyendo su más preciado tesoro más allá de las riquezas materiales que pudiesen acumular. Sin embargo, a menudo gentes de oscuras intenciones acudían a este lugar atraídas por los rumores de cuantiosos tesoros que circulaban por la capital. Cuando intuían la presencia de aquellos indeseables los escamosos seres se desvanecían en el aire, volviendo de regreso a sus guaridas de donde no saldrían hasta que el peligro hubiese cesado. Entonces el Guardián, cuya misión consistía en preservar los secretos que los dragones habían otorgado a su pueblo, hacía gala de toda su labia y astucia para alejar a los mirones de la aldea.

Sin embargo, la actitud de esta población hacia los puros de corazón cambiaba de forma radical. Gracias a las misteriosas habilidades de los gigantescos reptiles, los recién llegados eran rápidamente identificados en cuanto alguno de los dragones salía al encuentro del desconocido. Enseguida la aldea se llenaba de regocijo y se declaraba una fiesta en honor del visitante. Todos se reunían bajo el techo del Guardián, una gran cabaña donde podían refugiarse junto con algunos de los fantásticos seres, y allí se llevaba a cabo un gran festín donde todo el pueblo compartía sus conocimientos con el inesperado anfitrión. El momento culminante llegaba cuando Phedrus, el anciano dragón que vivía con el Guardián, bendecía la llegada del desconocido cantando alabanzas con su profunda voz, capaz de conmover hasta la más dura de las rocas. Ningún hombre salía de allí sin haber derramado lágrima alguna tras el banquete, y el viajero podía estar seguro de que llevaría consigo un recuerdo hermoso e imborrable. Así transcurrían los días en aquel lejano pueblo de mar donde ocurrían hechos tan maravillosos. En sus cabañas de madera nunca faltaban comida ni agua y los dragones adultos se encargaban de instruir a los niños mientras estos jugaban con sus crías. Era, sin duda, una estampa paradisíaca que no todo el mundo tenía el lujo de disfrutar.

viernes, 8 de marzo de 2013

Y aquí llegó la detective


No soy más que una dibujante empedernida que sueña con ser una gran animadora; pero nada de pompones, sólo renderizados, colores, películas y cómics. La vocación que me sobraba de los lápices se unió para crear una pequeña hermana letrosa que no hace más que arrancarme historias, relatos y poesía. Ojalá tuviera una faceta más musical, pero en fin... no se puede aspirar a todo en esta vida.
Quizá parezca demasiado seria por toda la descripción que he dado, pero no os dejéis engañar por las apariencias de ninguna de las maneras. No muerdo, al menos no mucho. Eso se lo dejo a mi escolopendra.

jueves, 7 de marzo de 2013

Cien mil Universos nuevos

Layla, Alex, Towanda, Cat, Lilith, Alicia, Miriam, Lucy.... Todos son nombres de mujeres de las que he ido adoptando a lo largo de los años, bien como seudónimo, bien como una creación propia de un personaje que no es más que una extensión de mi propio ser. Un alter-ego. Si tuviese que escoger un modo de sintetizar como escribo no sería capaz, pues vivo a través de todos esos nombres, todos esos seres dotados de personalidad propia y por lo tanto de estilo propio. Sin embargo, en general, no puedo evitar centrar mis historias entorno a  la crítica social o la justicia que yo considero correcta, ya sea de un modo encubierto o completamente directo.
Escribir es como dibujar, ves la hoja en blanco y no sabes que hacer y entonces preguntas ''¿Mmm.. qué puedo dibujar?'' y tu madre te dice ''no se, una flor'', a lo que tu replicas ''no, eso no, dime otra cosa''; bien, pues escribir es igual (o al menos lo es para mi)... no puedes preguntar a la gente que quieren que cuentes o digas, si no que has de buscar tu propio camino, tu propia idea que te haga sentirte orgulloso al terminar. Bien, pues yo estoy en esa situación, quiero contar tantas cosas que no se ni por donde comenzar, así que me he decidido por dejar que mi cabeza descanse un poco del trabajo de CMC sobre la revolución genética que estoy haciendo e improvise un rato.
Generalmente me encanta escribir relatos cortos, poemas, y pequeñas opiniones sobre tal o cual tema, ya que suelo dejar los relatos largos siempre a medias. Me considero bastante buena creando personajes y escenarios, mundos y universos de la nada, sin embargo crear una trama ya es otra historia, eso ya me cuesta más. Me encanta dibujar (al igual que mis dos compañeras de blogg) y estoy estudiando bachillerato de Artes Plásticas. Aunque soy de Madrid estoy viviendo en Galicia, lo que nos sitúa a los cuatro como gallegos (Scy vive en Madrid siendo de la comunidad del norte, por lo que es mi caso opuesto)... cuento esto porque me da coba a nombrar otro de mis grandes temas a la hora de redactar: La distancia, y ya sea dicho de paso, la búsqueda de un lugar o una bandera en la cual encajar y sentirte parte.
Otra de mis grandes pasiones es la música... me da vida y me hace sentirme un poco menos sola. La realidad es que yo vivo de y por las artes, ya sean de dibujo, fotografía, música, cine, literatura ... o teatro, algo a lo que estoy especialmente ligada. Siendo yo una persona que se considera madura y que ve el mudo real, poseo una imaginación y unos sueños mucho más ambiciosos que la gente de mi edad pero esa ambigüedad la tomo como una virtud. Si os preguntáis que sueños tengo para cuando sea mayor casi ninguno tiene que ver con el dinero, son los de ser productora de música, trabajar tras un escenario, ser periodista, escribir un libro... lo que sea que permita a mi gran ego quedar marcado en el mundo tras mi muerte. Mi último sueño loco es el de ser reportera de guerra... creo que escribiré en este blogg algún relato corto sobre esa parte de mi.
Vaya, me da corte que nada más empezar un proyecto conjunto yo halla escrito algo tan íntimo y extenso, mientras que mis compañeros han sintetizado todo en un par de líneas que, seguro, son más comprensibles que estas Pero bueno, añado un par de cosas más y ya lo dejo.
Lo primero es decir que esta idea nació de un proyecto, que por cierto, nunca se ha llegado a realizar, entre Scy y yo llamado ''Niñas de Lilith'', pero el hecho de hacerlo ahora, con Kaeru y Alvo (uno de mis mejores amigos) me ilusiona aún más. Por lo que conozco de su forma de escribir es radicalmente distinta a la mía, y a la de Scy... así que cada cual tendrá sus preferencias, pero espero que esto nos ayude a aprender los unos de los otros, pues somos bastante jóvenes y nos quedan cien mil Universos nuevos por descubrir, cien cincuenta mil naciones de las que aprender, un millón de soles con los que alumbrarnos en las noches más oscuras y, por supuesto, mil millones de plumas que gastar, de ríos de tinta por beber, de pergaminos que cubrir... de huellas de pisadas que dejar sobre la tierra mojada mientras andamos.
Bueno, ya lo dejo, estoy acostumbrada a escribir todo lo que se me viene a la cabeza, ya que casi siempre escribo sobre mi a modo de diario y en fin... tengo la esperanza de mejorar un poco en eso también. Espero que disfrutéis leyendo tanto como nosotros haciéndolo, de nuevo pido disculpas por este gran e innecesario texto y, de paso sea dicho, la cursilada que he soltado en las últimas lineas del párrafo anterior (que por si fura poco he marcado en negrita en el último momento jajaja). Resumiendo, espero que os guste y nos valga a todos para aprender.

¿Mi nombre? Soy Abby Gall, soy Kelevra, soy Layla, Alex, Towanda, Cat, Lilith, Alicia, Miriam, Lucy...

Un nuevo mundo - Presentación

Últimamente he estado sobresaturada de exámenes, por eso decidí meterme de lleno a crear un blog con mis amigos. Debo reconocer que apenas conozco a Abby y Alvo desde hace unas semanas, pero ya somos como uña y carne. Y bueno, sobre Scy... ¡A Scy sólo la conozco por cómo me ha hablado Abby de ella, y ya estoy deseando ver con qué nos deleita! Intuyo que este viaje que vamos a emprender va a ser inolvidable, y mientras tanto aprovecho para realizar una pequeña presentación, tanto del blog como de una servidora.

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Universa Litterae

Universa Litterae es un blog creado por un grupo de amigos que desea expresarse a través de la palabra escrita, creando un pequeño universo de letras del que nuestros lectores puedan participar. Cada uno de nosotros tiene una concepción diferente de este universo, y eso es lo que intentaremos transmitiros en nuestras entradas: Nuestra visión del mundo, contada a través de nuestra obra. De momento la página está bastante incompleta pero iremos publicando entradas para calentar motores. Espero de todo corazón que las disfrutéis :3


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Kaeru

Yo soy Kaeru Ikari, una apasionada de la fantasía en todas sus expresiones. Me veréis publicando relatos de dragones, brujería y espadas, o también sobre horrores inexplicables que conducen a la locura... Sois libres de tomar las llaves que conducen a mi mundo pero cuidado, porque este es un lugar del que es casi imposible salir... La decisión es vuestra. También me gusta escribir relatos con personajes sacados de mis videojuegos, mangas y animes favoritos, lo que se conoce comúnmente como fanfic.

Tengo en mente algunos proyectos narrativos, ya sea con mis propios personajes o con los de mis sagas favoritas; y serán esos proyectos, junto a algunos relatos independientes, los que vayan tomando forma en este blog.
 
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Creo que con esto ya sabéis lo suficiente sobre mí. ¡En breve, las presentaciones de los demás autores!

Mi galaxia - Alvo

Sea bienvenido, querido lector:
Hemos creado este blog, en el cual participamos 4 personas, con la finalidad de desarrollar nuestras historias alrededor de un nexo central que nos una.
Precisamente, vi este hecho como una oportunidad de desarrollar un "universo de letras" junto a ellas, y así  ocuparme de un trocito de éste, una galaxia perdida, pero a la vez encontrada.
Desarrollaré una historia en cada planeta de esta galaxia. Cada historia será muy preciada y proveniente de mí interior.
Me gusta mucho escribir de una forma fría y realista situaciones hipotéticamente verosímiles, y siento un gran amor por las distintas culturas del mundo, por la comprensión mutua y por la tolerancia. Me declaro defensor del cosmopolitismo y de la igualdad.
En conclusión, es posible que podáis definir mi escritura como un estilo barroco refugiado en una atmósfera romántica. 
Espero que disfrutéis de vuestra lectura, un saludo de parte de los 4 ^^